"El plebiscito es el más importante y representativo mecanismo de Participación Ciudadana que existe dentro de un sistema democrático, porque con él se pide a los ciudadanos y ciudadanas de un país la opinión sobre lo que debe hacer uno o varios poderes del Estado en un determinado asunto."
El Plebiscito es un mandato a las autoridades y por lo general es vinculante, porque también existe el plebiscito no vinculante, que no es obligatorio y que también se conoce como de consulta a la ciudadanía. En lo personal no me gusta este último tipo de plebiscito, porque no siendo vinculante para las autoridades, no creo que sea necesario que un país incurra en costos y gastos tan elevados para conocer la opinión de la gente. Si se quiere hacer una consulta, para eso están las encuestas.
En Chile no es frecuente el uso del plebiscito, aunque ha habido de las dos modalidades, tanto vinculante como de consulta. La primera fue para el retorno a la democracia y la otra, ha sido utilizada por algunas alcaldías. El paso del gobierno o régimen militar a la democracia en 1989, fue producto de un plebiscito vinculante. Los ciudadanos votaron “SI” o “NO” por la continuidad o fin del sistema de gobierno o régimen que había. Desde aquella oportunidad nunca más se ha utilizado. Sin embargo, creo que debió ser utilizado en el gobierno del Presidente Ricardo Lagos para pedir a los ciudadanos la aprobación de los cambios, que junto al parlamento, hizo a la actual Constitución. Un motivo adicional para haberlo hecho, fue validar o legitimar el proceso y la nueva Carta por parte de la ciudadanía. Esta omisión ha mantenido en entredicho la legitimidad de nuestra Constitución por una parte de la ciudadanía y creo que es la razón principal que ha motivado la convocatoria al plebiscito del próximo 25 de octubre.
De todas maneras, es un hecho que la actual Constitución necesita de cambios importantes para adecuarse a los nuevos tiempos que vivimos en Chile. Por ejemplo, democracia participativa, pluriculturalidad, deberes y derechos ciudadanos, compromiso con el cuidado de la naturaleza y el medio ambiente, autonomía regional, redefinición de las funciones de los poderes públicos y muchos otros temas que han estado siendo demandados desde hace muchos años y que ahora se repiten con más fuerza en diferentes espacios de opinión, conversación o debate.
Otro hecho es que los poderes del Estado no han demostrado tener la capacidad o la voluntad política para realizar los cambios, ni hacer respetar el Estado de Derecho. Sin embargo, han sido rápidos para hacer cambios constitucionales, cuando éstos favorecen sus intereses. En este contexto, la posibilidad de un Plebiscito Constitucional saltó como una gran oportunidad para todos los ciudadanos que por años, claman por un cambio en parte o en toda la Constitución, con la esperanza que una nueva Carta logre hacer realidad sus sueños.
En este sentido, las aspiraciones o ideas de
cambio Constitucional son transversales y no deben ser atribuidas a una
tendencia ideológica, ni partidista, ni generacional, ni de minorías. Es la
razón por la que la convocatoria al Plebiscito encontró el apoyo de una amplia
mayoría de parlamentarios. Lamentablemente, los acontecimientos del 18-O y la
mala estrategia de campaña de algunos voceros han puesto en peligro el éxito
del proceso Constitucional, al asociarlo a un chantaje de los opositores del gobierno por un lado, y por el otro, calificando de ilegítima la actual Constitución por
su origen aparentemente espurio.
Son estas posturas extremas, deslegitimadoras, agresivas y violentas las que
han radicalizado las posiciones y acaparado la atención en las redes sociales y
las decenas de conversatorios de vídeo-reuniones o encuentros telemáticos.
El ambiente se ha deteriorado mucho más con la presencia de la pandemia por el
COVID-19 y la resistencia a reducir el número de fallecidos y contagiados. Todo
lo cual es mirado con oportunismo o sospecha por las partes en cuestión que,
por lo demás, al estudiarlas con más cuidado, nos damos cuenta que son minorías
radicales. Aunque no por ello, menos dañinas e influyentes.
El mayor problema es que mientras los “unos” creen que los muertos y contagiados son un pretexto de los “otros” para postergar indefinidamente el Plebiscito, los “otros” creen que los “unos”, quieren hacer el Plebiscito, sin importar el avance de la crisis sanitaria, porque eso les permitirá tener una gran abstención, con lo cual sería más fácil tener el resultado que desean. La única realidad es que estas nefastas minorías en pugna, no están pensando en lo que necesita Chile y los chilenos, sino en ellos y sus fanáticos y egoístas seguidores. De seguirles el juego, al final nadie podrá disfrutar el resultado del Plebiscito, porque los perdedores no aceptarán el resultado y van a alegar manipulación y aprovechamiento de los ganadores. Por otra parte, de ganar el Apruebo, la nueva Constitución llevará el engendro de la ilegitimidad y los chilenos viviremos nuevos estallidos sociales, hasta que se logren los cambios que los perdedores demandan...
Entonces, volveremos a "fojas cero" y el ciclo se repetirá una y otra vez, hasta que tengamos una Participación Ciudadana lo suficientemente Inteligente, Inclusiva e Informada que sea capaz de cerrarle el paso a estas "barras bravas" que no permiten llegar a la solución de los problemas, ni avanzar en igualdad, ni en justicia social. La noticia buena es que no es necesario esperar otra oportunidad para romper el círculo y sentarnos a la mesa y resolver los problemas sociales que por años nos agobian. Tal vez no se logre un modelo perfecto de país, pero seguro que aprenderemos a mirarnos a los ojos y a ver con solidaridad y comprensión, los temores y el sufrimiento que hay en todos.
No perdamos de vista que son suficientes las experiencias de otros países
latinoamericanos en procesos de cambio constitucional, similar al que se ha
iniciado en Chile. De todos ellos se puede aprender para sacar lo bueno y no
caer en los errores que cometieron. Pero para ello, es fundamental tener la
mente abierta y cerrada al fanatismo.
Es como un partido de fútbol que no tiene reversa, porque el desafío ya fue
aceptado. Tenemos que dejar de lamentarnos del origen de la convocatoria, del
estado de la cancha y parar de sabotear la realización del partido. Debemos
jugarlo poniendo en la cancha, cada uno, lo mejor que tenemos. Poniendo tarjeta
amarilla a quienes han cometido faltas y avanzar en el juego, sin dudar en
sacar tarjeta roja a quienes insistan en el juego sucio o pesimista. En Chile no sobra nadie, sólo nos falta un poco de sensatez y hacernos cargo de las omisiones del pasado. RDS