sábado, 8 de septiembre de 2012

¿Es posible que haya paz en Colombia?

En el fondo de mi corazón me siento feliz porque en Colombia nace una nueva esperanza de paz. Pero, como ciudadano que nació y ha vivido en medio del conflicto, tengo derecho a dudar de sus resultados y de las buenas intenciones de las partes. Son más de 60 años de enfrentamientos, en donde los protagonistas se han dado con todo, porque nunca han tenido reglas. Se ha utilizado toda clase de armamento. Se ha tenido, se ha pedido y se ha recibido todo tipo de ayudas para lograr el sometimiento de una parte a la otra. Los enfrentamientos se han dado en cualquier lugar del país y aún del exterior. Nunca se han respetado las treguas y en medio de los combates ha caído mucha gente. No sé cuántos miles y no sé, si quiero saberlo, porque ha muerto mucha gente inocente, niños, ancianos, enfermos y discapacitados.

Creo que en Colombia nadie ha escapado a las consecuencias de los enfrentamientos. Todos los colombianos y los extranjeros residentes allí, han perdido al menos a alguien muy cercano y pueden contar más de una anécdota de lo que ha significado para ellos vivir en medio de este conflicto, que como lo he dicho,  lleva más de 60 años sin que haya demostrado para nadie por una sola vez al menos, que sea un buen camino para solucionar las diferencias que dicen tener.  
En Colombia se vive con fe y esperanza y se sobrevive de milagro. No deseo contar cómo se inició esta “pelea”, porque sería una falta de respeto para quienes se han dedicado a estudiar el fenómeno, acumulando información y llevando las estadísticas de los muertos, los enfrentamientos, los atentados, los secuestros, los desplazados, los autoexiliados, los daños a la propiedad pública y privada, y una cantidad de etcéteras. Además, siempre he creído que, por la cantidad de años que llevan los enfrentamientos, para cada persona la historia del conflicto es diferente y parte de manera distinta. La mirada que se puede tener de él, por lo tanto es variable porque depende de las vivencias personales de cada uno. Lo cierto es que hoy todos somos igualmente víctimas y parte del conflicto. Estamos adentro de manera voluntaria o involuntaria. Las personas sensatas, que somos la inmensa mayoría de colombianos, no tenemos simpatía por uno u otro bando. Solo hay más o menos odio por uno de ellos. Generalmente, el mayor odio se recarga hacia el bando que más nos ha hecho llorar o sufrir y desde esta perspectiva, aunque nadie justifica los ataques violentos, sí queremos comprender las acciones de represalia que se toman desde nuestra vereda.
A lo anteriormente expuesto hay que agregar, que ideológicamente la lucha armada en Colombia también ha tenido muchas mutaciones que se han mezclado y entrelazado, haciendo aún más difícil su comprensión. Sí está claro, que son demasiados intereses, tanto internos como externos, que han metido y continúan metiendo mano al conflicto,  atraídos por la cantidad de dinero que se mueve con él y con el cual no solamente se ha podido comprar armamento, sino conciencias. El dinero de esta guerra ha contaminado y corrompido todas las esferas políticas y sociales del país. Por lo mismo, es muy difícil creer en las buenas intenciones de quienes se atreven a levantar su voz promoviendo un cambio social que traerá la paz y una mejor calidad de vida para los colombianos.
Mi conclusión es que son las acciones unilaterales y no las palabras, ni los acuerdos, las que devolverán la paz a Colombia. Ni siquiera los países garantes ni acompañantes mencionados, tienen la autoridad moral ni la capacidad para generar la confianza que necesita un proceso de paz definitiva…
Cuando un día, de manera desprevenida, mire hacia atrás y pueda constatar con sorpresa y admiración que no se escuchan más ruidos de bombas ni disparos. Cuando sepa que no hay ninguna persona secuestrada en Colombia. Cuando en los noticieros ya no se vean las madres llorando porque sus niños de 15 y 12 años han sido raptados y obligados a formar parte del “ejército del pueblo”. Cuando abra mi Facebook y vea las fotos de mis hijos y mis nietos acampando con sus familias y sus amigos en cualesquiera de los hermosos rincones de mi país,… Entonces sí, en silencio para no llamar la atención, comenzaré a contar y a marcar en el calendario los días que Colombia vive sin conflicto, hasta perder la cuenta y olvidarme un día de seguir marcando, porque en mi país se volvió una costumbre vivir y dormir en paz!...Viva Colombia. Viva mi gente!
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Llegué a Chile un frío día de invierno en busca de un mejor futuro y un espacio más tranquilo para mí y para mi familia… Han pasado muchos años y un día también me olvidé de seguir contando los que transcurrían lejos de mi tierra, de mi familia, de mis amigos y de mis costumbres...Es que el amor a la patria es infinito y tierno como el amor que siento por mi madre... Confieso que todavía me cuesta dormir y sufro pesadillas. La angustia permanente y el temor de un ataque no se van de mi mente, pero reconozco que en Chile he conocido y experimento a diario la paz que deseo y sueño para mi Colombia!