La
Constitución Nacional de un país es su carta de navegación. define
su rumbo. La sociedad puede sentirse cómoda o incómoda con el rumbo
seguido y por eso tiene la libertad, a través del tiempo, de
confirmarlo o modificarlo. La historia constitucional de nuestro
país ha sido objeto de muchos cambios. Sin embargo,
siempre que se sugiere un cambio en la Constitución, es importante
preguntarnos como sociedad, cuáles son las motivaciones, porque
ellas nos indicarán la necesidad y magnitud del cambio del rumbo que
se quiere dar a la sociedad.
Desde
hace un tiempo a esta parte, he comenzado a reflexionar sobre las
situaciones que a las personas nos produce rabia en nuestro país, y
he comenzado a preguntarme por qué ocurren estas situaciones y quién
o quiénes son los verdaderos responsables de provocarnos tanta
indignación. Me ha parecido que si encuentro una respuesta a estos
interrogantes, quizás sea más facil aceptar o no, un cambio en la
Constitución Nacional.
Para
lograr mi propósito he dado una mirada retrospectiva a las últimas
situaciones que he vivido y que me han provocado algún tipo de
indignación. De esta manera, he identificado cinco actores que se
repiten en ellas y que considero son los responsables de los
“fatales” desencadenamientos.
Les
parecerá curioso, pero después de descubrir este método, se ha
vuelto una obsesión para mi “estudiar” cada nuevo caso o
situación que experimento de manera personal o que escucho, leo o
veo para luego ubicarlo en alguna de las cinco categorías que he
identificado. Haré una relación de ellas y colocaré un ejemplo de
cada una para ilustrarlos y al final, haré unos comentarios
generales:
1.-
Yo mismo: Tengo que partir reconociendo que algunas de las
situaciones que me han molestado no hubieran ocurrido si hubiera
estado o hubiese sido más atento o cuidadoso. Un ejemplo es la
indiganción que me produjo la multa que me impuso la municipalidad
de Ñuñoa por retrasarme en el pago de la patente comercial. Estuve
alegando con el funcionario de la Municipalidad. La cuenta había
llegado al domicilio después de la fecha de vencimiento y creía que
no merecía una multa... Hoy reconozco que no fue una buena excusa,
porque cada seis meses, durante cuatro años, tengo que pagar esta
patente. Se que los plazos se cumplen en el mes de enero y en el mes
julio de cada año. Si la factura no había llegado al comienzo del
mes de julio, debí haber ido a la Municipalidad para preguntar por
mi cuenta y pagarla oportunamente.
Así
como la patente comercial, tengo muchos otros compromisos que tienen
una fecha de vencimiento conocida. Si estoy atento a ellas y pago
dentro del plazo no tengo que esperar la llegada de ninguna factura y
me evito multas y disgustos. Hay muchos otros compromisos que
adquiero por razón de mi profesión o mi vida social. Pero he
aprendido que manejando una agenda y siendo responsable, puedo
mantenerme alejado de una indignación provocada por mi mismo.
2.-
Personas como uno: Aquí me refiero a familiares, amigos,
vecinos, compañeros, empleados, funcionarios públicos, etc., con
los cuales me relaciono de manera permanente u ocasional para
resolver algún asunto. Muchas veces estás personas son la causa de
mi indignación, porque por su incomprensión, indiferencia, decidia,
ignorancia o simple irresponsabilidad no dan una atención, respuesta
o solución oportuna a mis demandas. Un ejemplo del mal
comportamiento de estos actores ocurrió la última vez que fui al
Banco para retirar un nuevo talonario de cheques. Estuve dos horas
esperando por el servicio porque la “niña” encargada del
“Servicio al Cliente”, se alejó varias veces de su puesto de
trabajo para atender los constantes llamados de su celular. Los
clientes tuvimos que protestar y reclamarle al encargado de la
oficina para que pusiera orden. Le llamo la atención y ...¡la fila
comenzó a fluir!
3.-
Entidades públicas o privadas: Aquí claramente el empleado o
funcionario que nos atiende no es responsable de nuestra indignación,
sino que es la empresa o entidad que presta el servicio o vende el
producto. Un ejemplo del mal comportamiento de este actor me ocurrió cuando tuve que visitar la empresa de telefonía celular para cambiar
mi equipo. La atención se demoró 3 horas, porque de los 34 puestos
de trabajo habilitados por la compañía para atender al numeroso
público que los visita, sólo habían 4 personas atendiendo. La
explicación que dieron para tan reducida atención, fue que el
personal estaba en hora de colación. El problema era fácil de
solucionar: Bastaba que la empresa estableciera varios turnos de
colación, asegurando que el mayor número de puestos de trabajo
estuviera activos.
4.-
Sociedad: Me he encontrado con comportamientos indignantes,
atribuibles a la “naturaleza” humana según la explicación que
me han dado. Es un problema de “la raza”, me dicen. Son tan
comunes algunos de estos comportamientos que nadie los cuestiona, a
pesar de la enorme indignación que provocan. Algunos producen risa
cuando los comentamos porque nos identificamos con ellos. Un ejemplo
de estos comportamientos lo vivimos a diario con las personas que no
recogen la mierda de sus mascotas cuando salen a pasear con ellas.
5.-
Estado: Este actor puede ser el gobierno de turno o el Estado en
su expresión general. Es culpa del Sistema, suele decir la gente,
porque es el responsable de regular la actividad socio-política y
económica del país. El Estado es quien debe velar por el
ordenamiento y comportamiento de la sociedad. Uno de los ejemplos más
conocido de indignación provocada por un mal comportamiento del
Estado es el ocasionado por el mal servicio del transporte público.
Aunque en una situación específica se pueda atribuir el mal
comportamiento a uno de los actores (usuarios, conductores o
empresas) la verdad es que la operación en su conjunto adolece de
fallas estructurales, sólo atribuibles a la concepción deficiente
del sistema de transporte, el cual ha estado a cargo del Estado.
Como
decía en un comienzo, me he convertido en un obsesivo al pretender
“encasillar” cada situación de indignación que vivo o conozco
dentro de una de las categorias anteriores, y ahora que algunos
políticos han comenzado a proponer un cambio a la Constitución
Nacional, me pregunto si es necesario y hasta que punto cambiará
para mejor, la vida de quienes vivimos en éste maravilloso país de
la “loca” geografía, de la Virgen del Carmen y del Buen Vino!
Antes
de dar mi opinión quiero presentar el siguiente cuadro con el
resultado empírico que tengo de las categorías, según el tamaño
de la indignación que me producen:
La
primera inquietud que tengo es sobre la real incidencia que puede
tener una nueva Constitución Nacional en la modificación de los
porcentajes de la tabla anterior. Personalmente, creo que ninguna
Constitución ni nueva ley tenga la capacidad de modificar el
comportamiento de las personas que son las responsables del 75% de
las causas de mi permanente indignación.
Depende
de la buena disposición o del cambio de mentalidad de nosotros los
seres humanos de reducir la indignación que nos provocamos
mutuamente y que injustamente atribuimos a las entidades con las
cuales trabajamos... o al sistema!
Es
muy triste darnos cuenta que la mayor cantidad de daño que ocurre en
la sociedad es provocado por el comportamiento irresponsable de
nosotros mismos. De “personas como uno” que a diario tenemos que
salir a trabajar y luchar por nuestra familia. Resulta cruel sentirse
humillado y enfrentarse al mal carácter y al descriterio del
empleado o funcionario de la primera línea de una entidad pública o
privada, como un administrativo(a), cajero(a), secretario(a),
auxiliar, junior, conductor(a),.. para obtener un buen servicio o
atención justa y de calidad.
Por
culpa de ellos y de nuestra ignorancia, salimos renegando de la
entidad donde está aquel trabajador. Nuestra rabia se hace más
evidente cuando terminamos “pateando la perra” y criticando al
sistema!
Basta
ya de encubrir la mediocridad de las “personas como uno”. Esas
que creen que solo merecen una oportuna y buena atención las
personas de “cuello y corbata”, las “bien parecidas”, las más
simpáticas y graciosas... Todos merecemos respeto y atención
oportuna.
Si
cada uno de nosotros hace la “pega” como corresponde y se coloca
en los “zapatos” del otro, sin abusar del cargo que se tiene, ni
“mirarse en menos”, tendríamos muchos menos motivos para
quejarnos y quizás pudiéramos concentrarnos, como sociedad, en la
solución de problemas más reales e importantes.
Sí
creo que una mayor fiscalización del Estado, puede reducir la
indignación que nos provoca las entidades o instituciones con las
cuales a diario nos relacionamos. Mientras no exista en las empresas
públicas y privadas una cultura por la responsabilidad social, el
Estado debe fortalecer sus mecanismos de control y fiscalización.
Para ello, no se requiere un cambio en la Constitución Nacional,
sólo basta la voluntad del gobierno de turno y la creación e
implementación de las Veedurías Cívicas, que empoderan a la
ciudadanía y la facultan para ejercer un control directo en la
realización de las actividades, obras o contratos que cumplen
dichas empresas, con incidencia e impacto en la sociedad.
Finalmente,
les invito a reflexionar sobre las situaciones que les causa
indignación y preguntarse por la categoria a la cual corresponden
para confirmar o no la variación porcentual que aparece en la tabla.
Sería interesante poder conocer el resultado de dicho análisis.