miércoles, 4 de noviembre de 2020

Participación Ciudadana. El Camino hacia una Democracia más Participativa en Chile

Portada de la Invitación
(Intervención en la apertura del Ciclo de Conversaciones sobre "Participación Ciudadana. El Camino hacia una Democracia más Participativa en Chile", organizado por Fundescochile.)


Buenas tardes amigas y amigos. En primer lugar, quiero expresarles mis más sinceros agradecimientos por haber aceptado esta invitación y para que entremos en materia, les haré algunas preguntas para abrir la conversación y luego daré un breve contexto.

Vamos a conversar sobre Participación Ciudadana. Un tema del cual, estoy seguro, todos tenemos conocimiento, experiencia y una opinión que, por lo mismo, puede despertar mucha controversia. Lo único que espero es que podamos compartir nuestras visiones sin pasión y con respeto mutuo, para avanzar en la elaboración de una propuesta transversal y de común acuerdo entre ciudadanos, para enviarla a los convencionalistas de la Nueva Constitución y de esta forma tener en Chile una democracia más participativa.

Preguntas:

1.- ¿Conocen y saben para que sirven los instrumentos o mecanismos de participación ciudadana que hay en Chile?

2.- ¿Creen que los mecanismos o instrumentos de Participación Ciudadana que conocen son suficientes y efectivos?

3.- ¿Conocen en el mundo otros mecanismos de Participación Ciudadana que se deberían incorporar en nuestro país, para hacer más eficiente la gestión pública y lograr que las instituciones del Estado respondan de manera oportuna y satisfactoria a las demandas sociales?

Las preguntas anteriores responden al siguiente contexto:

Es un hecho el grave deterioro de la confianza en la clase política, empresarial, religiosa y social de nuestro país, que no ha dejado de sorprendernos con las constantes noticias de actos de corrupción y abusos de poder. Es común la percepción ciudadana por la falta de empatía, voluntad y celeridad de la clase política para solucionar los problemas sociales.

La decepción ciudadana no solamente se refleja en las constantes marchas y protestas, sino en el desconocimiento que comienza a hacer la ciudadanía de la labor que realizan muchas instituciones, sin incluir la pérdida de la autoridad moral de algunas de ellas, que les impide cumplir misiones tan esenciales, como la de resguardar el orden y la seguridad ciudadana. No cabe duda que quienes han tenido y hoy tienen los poderes del Estado, están perdiendo el control del Estado de Derecho y poniendo en grave riesgo la existencia de la Democracia. Basta con dar una mirada a los resultados de las encuestas de opinión y ver la creciente abstención de los ciudadanos a las convocatorias que se hacen a las diferentes elecciones para cargos públicos.

Pero, quizás lo más lamentable es la desconexión de la clase política con la ciudadanía, porque lo que esperamos los ciudadanos, es que el gobierno de turno responda de manera oportuna y comprensible para todos, a la solución de las demandas sociales. Y que aquellas demandas sociales, que requieren una solución con el acuerdo del parlamento, igual tengan una respuesta oportuna, comprensible, sin engaños ni dilaciones.

Lo anteriormente expuesto, que resulta fácil de entender y de realizar, no lo es ni lo ha sido en la práctica, porque en Chile, aunque opera el sistema de Democracia Representativa, que significa que el país está dirigido y administrado por un grupo reducido de personas, que ha recibido por delegación un mandato de la soberanía popular, para que nos representen y se hagan cargo, entre otras cosas, de dar respuesta y solución a las demandas sociales. Lamentablemente, a la clase política le cuesta avanzar en sus programas de gobierno y en sus promesas de campaña, porque está en permanente disputa con los demás opositores aspirantes al control del Estado. Es una vergüenza, ver cómo han convertido los centros de decisión del país en campos de batalla de aspiraciones personales. Lo peor es que mientras no resuelven sus disputas, la sociedad tiene que continuar padeciendo los problemas que la aquejan, algunos de los cuales llevan muchos años sin resolver. Además, tienen que soportar las consecuencias de la obstrucción, la zancadilla, el atrincheramiento y la actitud pasiva e indiferente frente al desborde de la delincuencia y la insensatez de la violencia, que aumenta porque se aprovechan del patético espectáculo que los honorables dan para destruirse y justificar sus decisiones.

De esta manera, no basta con tener un diagnóstico ni propuestas de solución a los problemas que afectan al país y a los ciudadanos, porque por muy graves y urgentes que sean, deben contar para la solución, con la eficiencia del gobierno de turno y la voluntad de quienes ocupan los demás poderes del Estado. Así las cosas, las condiciones de eficiencia y voluntad política, no son fáciles de conseguir en la práctica, por el mayor peso o influencia que tienen los dueños de intereses egoístas, de clase y de partido, por sobre las demandas y urgencias del país.

Por lo anterior, y dado que todo está puesto en duda o está en entre dicho, creo que esta conversación debemos hacerla más desde el pragmatismo, que desde lo ideológico y partidista. En consecuencia, recomiendo, en lo posible, omitir citas y referencias de filósofos, intelectuales y pensadores de renombre, porque lo importante ahora son las ideas y creencias que han calado en nuestras vidas y con las cuales somos coherentes en el actuar. De todas maneras, no se preocupen que al final, es probable que, sin mencionar a nadie, igual cada uno de nosotros salga con una "chapa", porque ya parece deporte nacional para algunos, etiquetar a quien tienen al frente.

El punto al cual invito a tener presente durante toda la conversación, para no perder el foco, es entender que debemos rescatar y proteger la Democracia Representativa, porque no siendo el único sistema de organización social que existe, ni el ideal, sí creo que es el mejor, el más práctico y económico, para nuestra cultura e idiosincrasia. Porque significa que los ciudadanos elegimos a un grupo de personas para que administren el Estado en nombre y en beneficio de todos. Sin embargo, resulta paradójico que, por la codicia y la ambición de unos, sea casi imposible que un grupo reducido de personas puedan ponerse de acuerdo y trabajar por el bienestar del país, a pesar de contar con todos los recursos para hacerlo. Porque este mandato no es gratuito, porque los ciudadanos entregamos dinero, respeto y sometimiento a las políticas públicas que aprueben e impulsen, para hacer realidad sus planes, programas y promesas o compromisos de campaña.

En consecuencia, corresponde a la ciudadanía en su soberanía, exigir y velar porque quienes hayan sido elegidos cumplan el mandato con probidad e idoneidad, de manera eficiente y adecuada, y aunque la confianza es importante, es mucho mejor la fiscalización permanente. Y aunque existen instituciones y mecanismos de evaluación y control para hacerlo, la experiencia nacional e internacional ha demostrado que la ciudadanía debe reservarse siempre la posibilidad de activar otros mecanismos de manera autónoma, oportuna y en forma pacífica y democrática cuando considere que los controles institucionales no están operando por cualquier circunstancia.     

Termino esta introducción compartiendo una definición de Participación Ciudadana y reafirmando mi creencia, en la importancia de rescatar y proteger la Democracia Representativa a través de un ejercicio, cada vez más inteligente, más inclusivo y más y mejor informado:

La Participación Ciudadana es el compromiso voluntario y consciente, que declara y practica públicamente un ciudadano, de ayudar en la solución de los problemas sociales, contribuir en la gestión y fiscalización del gobierno local, regional y nacional, ejerciendo libre, permanente y oportunamente sus derechos políticos y constitucionales, a través de sus representantes y utilizando, además, cuando fuere necesario, los mecanismos de participación democráticos y pacíficos existentes.”

En este sentido, los mecanismos o instrumentos de Participación Ciudadana no pretenden sustituir la democracia representativa, sino por el contrario, fortalecerla al hacerla más eficiente, oportuna y confiable para los ciudadanos. Sin embargo, quiero reconocer y decirles que estoy convencido que el desafío de una democracia más participativa para Chile, no termina con su reconocimiento en la Nueva Constitución, ni con la instalación de nuevos mecanismos de Participación Ciudadana. Por el contrario, el desafío apenas comienza, porque se deben generar y promover espacios de formación ciudadana permanente y a todo nivel, para que todos los ciudadanos conozcan los instrumentos y aprendan a utilizarlos. Por ello, lo más importante, es estar cerca de su reglamentación y aplicación, para que no se transformen en una amenaza para la estabilidad de la democracia, ni sean una decepción para los ciudadanos, por su imposibilidad de aplicación. Y es justamente aquí, en donde las Organizaciones Sociales y Comunitarias, deben estar dispuestas a jugar un rol más protagónico, con mayor autonomía e independencia. ¡Gracias! RDS