viernes, 15 de octubre de 2010

MADE IN CHILE

Si toda la energía y las oraciones por un final feliz, enviadas a los Mineros de San José durante los 70 días que duró esta odisea fueran tangibles, jamás en Chile podríamos volver a hablar del Desierto de Atacama, sino de la Montaña de Atacama, comparable tal vez con la altura del Everest.

Sólo deseo que tanta energía y fraternidad que recorrió el país durante estos días de incertidumbre y que se acumuló en el Campamento Esperanza, sea suficiente para iluminar nuestras mentes y mantenernos unidos y en paz hasta el fin de los siglos.

Dios guarde a Chile y a su gente, y siembre en sus corazones la semilla de la reconciliación, que milagrosamente nació en el desierto a 700 metros de profundidad, cultivada y cuidada con el infinito amor y el coraje de 33 humildes mineros que jamás perdieron la fe en Dios, ni en los resultados del esfuerzo y el trabajo inagotables de sus familiares, amigos y compatriotas, junto a un Gobierno que contra todo pronóstico y recomendaciones, se la jugó por la vida de éste puñado de trabajadores… Gracias a éste esfuerzo colectivo, hoy todo un país se vuelve a abrazar y a mirar a los ojos con alegría y confianza.

Ahora nos espera un nuevo centenario con grandes sueños y desafíos, y que mejor manera de comenzarlo que tomados de la mano. En Chile, el 2010 ha sido testigo de una catástrofe y una gran tragedia, que jamás otro país del mundo habían tenido y aunque parezca increíble, ha sido por la eficiente manera de enfrentar estos acontecimientos, por los que las imágenes del país han dado la vuelta al mundo.

Rescatar primero la Bandera de Chile, para izarla al mundo después del terremoto y el maremoto, fue la primera señal que nos recordó la unidad y la grandeza de este pueblo que siempre ha estado por encima de la adversidad. La segunda señal fue de coraje y hermandad y la escuchamos en vivo y en directo desde las profundidades de la tierra, cuando la primera preocupación que expresaron los mineros atrapados, fue por la salud de los compañeros de turno que no alcanzaron a llegar con ellos hasta el refugio. Todavía retumban en mis oídos, los gritos de alegría que estallaron por el teléfono improvisado, cuando escucharon que todos estaban a salvo...Increíble, había una preocupación mayor por los compañeros que no estaban allí, que por su delicada condición.

Estos comportamientos, espontáneos y sinceros, han henchido el alma chilena y han devuelto la fe en su gente.

El seguimiento que los medios de comunicación hicieron al rescate de los Mineros de San José, nos permitieron ver y reconocer la inteligencia de los chilenos en acción. Su capacidad de organización, de trabajar en equipo, tomar decisiones bajo presión, planificar para el minuto, coordinar y ser eficientes en el uso y manejo de los recursos. Todo se hizo de cara al mundo. Fue como tener una empresa al aire libre, el mejor Reality Show, han dicho algunos. Por su inmediatez, sufrimos cada martillazo y celebramos cada metro de avance. Aprendimos de rescate, de minería y hasta tenemos un nuevo lenguaje…

Pero, si nos sentimos orgullosos de lo que pasaba en la superficie con los rescatistas, mucho más orgullosos nos hemos sentido del comportamiento de los mineros en las profundidades de la montaña, en donde la organización, la disciplina, el trabajo en equipo y todos los detalles estaban bajo control al momento de encontrarlos. La vida no se detuvo para ninguno de estos mineros atrapados. Si hasta tuvieron tiempo para celebrar las Fiestas Patrias Bicentenarias, cantar muchas veces el Himno Patrio, orar y hasta cuidar de su aspecto personal, manteniendo siempre la Bandera Nacional en el centro de sus actividades.

Me siento muy orgulloso de haber sido testigo de esta tragedia con final feliz. Me renueva y reafirma en las razones que hace más de 10 años tuve para quedarme a vivir definitivamente en este maravilloso país de la loca geografía y adoptarlo para entregarle todo lo mejor de mí.

En adelante, lo que realmente nos debe importar como sociedad y sobre lo cual debemos reflexionar y debatir en familia, escuelas, colegios, universidades, empresas y centros de poder, es sobre las experiencias vividas por los protagonistas. Creo que los sueños de la juventud y los de las futuras generaciones, deben construirse sobre las bases de las lecciones de esta odisea. Nada será imposible cuando comprendamos la magnitud de lo sucedido.

Una invitación muy especial a los profesionales de este país para que, a través del Colegio de Consultores de Chile, puedan capitalizar estas experiencias con el fin de contribuir a dar soluciones a los problemas de falta de tecnificación y a la disminución de los riesgos laborales que a diario enfrentan la pequeña y la mediana empresa, golpeada fuertemente además, el pasado 27 de febrero.

Finalmente, quisiera decir que la vida de los Mineros de San José, no debe ser objeto del show mediático ni de las investigaciones frívolas que solo pretenden acabar con su privacidad y la de sus familias. Recordemos que ellos SON VÍCTIMAS de una sociedad imperfecta donde además, los “mejores” cometieron graves errores por acción o por omisión.

Los Mineros de San José, se convirtieron en héroes por el CORAJE y la TEMPLANZA que tuvieron para enfrentar una desgracia y no por la vida que llevaban hasta el momento de la tragedia. Lo que siga en adelante para ellos, debe permanecer únicamente en sus manos y no en las manos inescrupulosas de los oportunistas ni de la farándula. Un abrazo y Viva Chile!!!