No podemos ser indiferentes ante la crisis que atraviesa Venezuela. La situación es crítica y ha tenido un impacto directo en Latinoamérica, en nuestro país y en nuestras vidas. La llegada masiva de personas que huyen por la falta de oportunidades, el hambre, la inseguridad y la persecución del régimen chavista de Nicolás Maduro ha colapsado también nuestros servicios públicos, como la salud, la educación y la vivienda, que ya estaban sobrecargados e incapaces de responder oportunamente y con eficiencia a las necesidades de los propios ciudadanos.
La llegada de migrantes en masa e indocumentados, ha facilitado el ingreso de delincuentes y la instalación de organizaciones criminales, lo que aumentó la inseguridad en nuestro país. Esto no solo ha afectado nuestra calidad de vida, sino que también ha puesto en riesgo la estabilidad y la seguridad nacional.
Es importante reconocer que la vocación solidaria de un país y su capacidad de ayuda humanitaria tienen límites y es imposible que sea indefinida. Es más grave y complejo que pueda asumir un país latinoamericano como Chile, que enfrenta sus propios desafíos y necesidades. No podemos permitir que la crisis en Venezuela siga siendo una carga insostenible para el país.
Pero, más allá de las consideraciones prácticas, hay una razón moral y ética para actuar y ayudar a los venezolanos a recuperar su patria y su libertad: Ningún país, ni ser humano sensato, debe guardar silencio ni ser cómplice de la violación de los derechos humanos que ocurren en otros países. La comunidad internacional tiene la responsabilidad de denunciar y condenar las violaciones de los derechos humanos en Venezuela y de exigir que se respete la voluntad democrática, los derechos y la dignidad de su pueblo.
Es el momento de unirnos para alzar la voz y exigir una solución ahora ya a la crisis en Venezuela. No podemos permitir que la indiferencia y la inacción permitan que la situación empeore. Debemos actuar con solidaridad, compasión y determinación para ayudar al pueblo venezolano a recuperar la democracia, su patria, su libertad, su dignidad y su futuro. Nadie puede ser indiferente a este llamado. Chile y el mundo saben de la responsabilidad, por las graves consecuencias, que también tienen los Cómplices Pasivos. No podemos seguir repitiendo los errores del pasado. ¡Fuerza Venezuela! -Rubén Solano
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