Con la experiencia del primer gobierno de Trump y las duras declaraciones y medidas tomadas durante la primera semana de su segundo mandato, debería estar claro para toda la región, que los Estados Unidos no quieren que sigamos siendo una carga para ellos; y dado que siempre se ha renegado de la dominación y el intervencionismo "yankee", me extraña que sus declaraciones: "¡No los Necesitamos!", no sean motivo de celebración, más bien observo tristeza y preocupación de quienes han sido sus principales enemigos.
De todas maneras, ninguna persona sensata y con algo de orgullo propio, debería ver con sorpresa las medidas de Donald Trump. Mejor verlas como la oportunidad para demostrar que podemos sobrevivir con independencia y trabajar duro para desarrollar o construir una economía fuerte, basada no solamente en la exportación de materias primas y personas dispuestas a trabajar lavando baños y cuidando jardines, porque nuestros gobiernos son incapaces de promover la industria y ofrecer a sus habitantes una vida digna y segura. Es también la oportunidad para tener relaciones de igual a igual o al menos con mayor respeto con las potencias del mundo, porque sería inaudito que los países de Latinoamérica busquen otro "mecenas" y se arrodille ante otra potencia por un siglo más. Está claro que nada es gratuito y en la guerra que se está librando entre las potencias del mundo por el liderazgo del planeta y el universo, las potencias mundiales buscan países incondicionales, dispuestos incluso a servir de "carne de cañón", como lo son Corea del Norte y Cuba, "fábricas" de mercenarios.
Por suerte, parece que, en este sentido, Latinoamérica ha demostrado en la relación con USA no ser confiable, ser "jabonosa", infiel, ingrata, pésima deudora y mal socio. De ahí la frase que explotó Donald Trump y que debe resonar en adelante y por siempre en nuestra mente desde el Rio Grande hasta la Patagonia: "¡No los necesitamos! ¡Nos necesitan! ¡Todos nos necesitan!”
...Y es verdad, porque somos todo eso y peor. Hasta las revoluciones latinoamericanas han sido una vergüenza: por ejemplo, los cubanos hicieron la suya, que fue orgullo y ejemplo para el mundo hace más de sesenta años, pero que hoy en día no han sido capaces de cortar el cordón umbilical de los "gringos"; y de no ser por los dólares que reciben en remesas enviadas por los migrantes cubanos exiliados de La Florida, toda la Isla sería un cementerio. Hoy, al igual que Venezuela y Nicaragua, son los mayores refugios, balnearios y paraísos exclusivos de las organizaciones de narcotraficantes y criminales del mundo. La promesa de una revolución para acabar con la pobreza y la explotación de la clase popular ha sido una vulgar farsa, porque los habitantes de esos países han sido obligados a someterse incondicionalmente a las dictaduras de esos regímenes criminales o a exiliarse. Son millones de personas las que vagan por el mundo con una mochila de tristeza y decepción a las espaldas, escapando de los traficantes de personas y suplicando en las fronteras su ingreso y una oportunidad para sobrevivir en países que no los quieren. A más de sesenta años de la revolución cubana, la única hazaña ha sido formar una generación de seres humanos, que de espaldas a todo lo que sucede en el resto del mundo, son capaces de sobrevivir en la miseria, el hambre y la pobreza bailando al son montuno y el danzón de los años cuarenta.
Lo más grave, es que toda la región enfrenta una situación caótica, casi catastrófica, debido a la fuga de millones de personas de sus países de origen, que han sido "secuestrados" por regímenes criminales disfrazados de movimientos políticos progresistas. Estos regímenes han generado un clima de inestabilidad y violencia, que han obligado a los ciudadanos a huir, generando una presión enorme sobre los sistemas de salud, vivienda, educación y empleo en los países anfitriones.
Lo interesante de todo esto, es que la presión ejercida por Trump sobre la región a través de las deportaciones de indocumentados, ha movido las neuronas de los líderes políticos que ahora quieren reunirse para buscar una solución conjunta, especialmente, después de la amenaza y la humillación que recibió Colombia, su principal socio comercial, al rehusarse de manera estúpida, a aceptar el regreso de los deportados.
La pregunta es: ¿Será esta presión suficiente para dar el paso y abordar esta crisis migratoria? La señal enviada por Trump, que llevó a Colombia a revertir su decisión de no recibir a sus compatriotas deportados, demuestra que su administración está dispuesta a tomar medidas firmes para abordar la migración irregular y obligar a los demás países del continente a asumir la responsabilidad que les corresponde en la crisis.
Ahora, se espera que los países que se reunirán en la CECLAC para tratar el problema de la migración, presionen a Venezuela, Nicaragua y Cuba para que pongan fin a los regímenes criminales que han secuestrado sus países, para recuperar la seguridad y la estabilidad, y facilitar el retorno de los millones de migrantes en el exilio.
La elección de Donald Trump también podría tener otros impactos más allá de la migración. Según algunos analistas, su victoria podría inspirar a otros líderes políticos a adoptar posiciones más enfocadas en la seguridad y la estabilidad de sus países y la región. -Rubén Solano
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