“La ineficiencia e incompetencia de las autoridades, sumado
al abuso del poder y la corrupción han sido los “puncetazos en la güata” que
hemos soportado por años en Chile, convencidos que son el mal del mundo al cual
ningún país escapa y que siempre consideramos no es tan grave, como el que
observamos que padecen nuestros países vecinos…”
Me han pedido que participe en un ciclo de
conversaciones que nos permita reflexionar sobre la crisis que padece nuestro
país, analizando por etapas, desde los síntomas que nos aquejan, hasta llegar a
una propuesta que dé luces para la superación de nuestras diferencias y
problemas, nos devuelva la paz y nos encamine hacia un crecimiento sostenido y
sostenible.
Como se trata de juntar la visión de varias
personas, haré lo posible por distanciarme de las apreciaciones sobre los
síntomas de las crisis que vivimos, que considero más visibles y comunes, para
intentar llamar la atención de los que considero son menos mencionados, pero no
por ello, menos importantes.
El punto de partida de este desafío para dar
una opinión será el denominado "estallido social" ocurrido el 18 de
octubre de 2019. Es decir, que partiremos por reconocer la debacle en Chile y
por ello, es necesario ponernos de acuerdo sobre las razones que provocaron tal
estallido, para avanzar hacia un diagnóstico y propuesta de solución compartida.
Creo que coincidimos cuando digo que los síntomas cuando son visibles nos
facilitan llegar a un acuerdo sobre el diagnóstico sin mayor discusión, como son
las bajas pensiones, los salarios precarios, la atención deficitaria de la
salud, la carestía de los servicios públicos, los medicamentos y tratamientos,
el difícil acceso a las ayudas del Estado en materia de vivienda, educación y
emprendimiento, y un largo etcétera de demandas y promesas incumplidas, que por
lo demás, se han denunciado a través de pancartas y consignas a lo largo y
ancho del país durante la crisis social.
Treinta pesos de aumento en la tarifa del
transporte público fueron la “guinda de la torta”, que resume para muchos, décadas
de años de injusticia social y la inspiración para un slogan que pasará a la
historia: "¡No son treinta pesos son treinta años!" ... Pero, es aquí
en donde nos separamos, porque todos esos síntomas, que son reales, sólo son
vistos desde la desigualdad material de los chilenos, los cuales, además, son maximizados
por los candidatos en sus discursos para ganar simpatizantes, demostrar su
conexión con la gente y con sus demandas sociales. Sin embargo, mi teoría es
que hay síntomas de los que muy poco se habla y que son los que realmente han
provocado la rabia de los chilenos, la cual ha venido en aumento sin que nadie
haga nada por evitarla, porque se trata de la constante ineficiencia e
incompetencia en la gestión pública por parte de las autoridades, el
incumplimiento de las promesas de campaña, el abuso del poder y los constantes
actos de corrupción... Hacer una larga fila, por ejemplo, para acceder a un
servicio ya es molesto por sí mismo para todos, pero lo que causa rabia y puede
ser intolerable, es que algunos se crean con privilegios y se salten la fila
constantemente.
Uno de los ejemplos más evidente y reciente de
la ineficiencia e incompetencia en la gestión del Estado y que ha provocado
rabia ciudadana, se encuentra retratado en la destrucción del sistema de
pensiones por parte de una ciudadanía apoyada por una oposición dura, ante la
constante demora del gobierno para hacer llegar las ayudas económicas a los
cientos de familias chilenas afectadas por la crisis sanitaria provocada por la
pandemia del COVID-19. Estamos frente a un Estado que ha hecho costumbre reaccionar
a las demandas ciudadanas, únicamente ante la fuerza de las marchas y protestas,
con el silencio cómplice a la violencia y destrucción de los
espacios y servicios públicos por parte de algunos desorientados. La
imposibilidad de focalizar las ayudas demostró que el Estado no tiene
información que permita conocer la realidad de vida de los chilenos y sus familias,
ni tiene autoridad para exigirla, ni es confiable como depositario de ella.
Y así como la ineficiencia de las autoridades
de gobierno provoca rabia en la ciudadanía, también la provoca el constante
abuso del poder y los crecientes actos de corrupción que cada vez están más presentes
en prácticamente todas las instituciones del sector público y privado de
nuestro país. No creo que valga la pena extenderme en la realidad del abuso del
poder que vivimos a diario cuando, por ejemplo, tenemos que pararnos frente a
una ventanilla o llamar a un call center para hacer una petición o una simple
solicitud.
Y sobre la corrupción,
no para de asombrarnos los cientos de millones de pesos que se escapan de las
arcas del erario, sin que haya posibilidad de recuperar un solo peso, ni de ver
a sus autores tras las rejas, mientras las cárceles se llenan de personas con
delitos que pueden ser graves, pero que son mucho menores a los cometidos por
una elite (política, empresarial y social), llena de privilegios, que parece
estar por encima de todo escrutinio y escarmiento.
En resumen, si bien es
cierto que la desigualdad material es potencial detonante de cualquier
estallido social, debemos poner mayor atención a la injusticia social provocada
por la ineficiencia e incompetencia de las autoridades de gobierno, el abuso
del poder y la corrupción, porque atacan la dignidad de la inmensa mayoría de
las personas y debilitan los valores que se promueven a nivel social y al
interior de la familia. Cualquier persona formada en valores entiende, por
ejemplo, que debe tener paciencia y esperar su turno para recibir el apoyo que
necesita para solucionar sus problemas de salud, vivienda, educación,
transporte, justicia, suministro de servicios básicos, etc. Pero, es difícil
esperar un comportamiento paciente, moderado o racional de alguien, cuando el
apoyo que espera se desvía para favorecer a quienes no están en el turno, no lo
necesitan o se queda en el bolsillo de personas deshonestas, egoístas e
insolidarias.
La ineficiencia e
incompetencia de las autoridades, sumado al abuso del poder y la corrupción han
sido los “puncetazos en la güata” que hemos soportado por años en Chile,
convencidos que son el mal del mundo al cual ningún país escapa y que siempre
consideramos no es tan grave, como el que observamos que padecen nuestros
países vecinos… Tal vez debemos reflexionar nuevamente el poema atribuido a
Bertolt Brecht antes que nos sorprenda una nueva debacle: “Ellos vinieron por
mí, pero ya era muy tarde.” RDS
* Hacia una Participación Ciudadana en la Gestión y la Fiscalización Pública. El título puede ser un mensaje subliminal de lo que considero debe ser el camino estratégico para construir de manera diferente la relación Sociedad-Estado-Individuo, porque creo que el problema de fondo es la ausencia e indiferencia de la ciudadanía en la gestión y la fiscalización pública, sumado a la pérdida de credibilidad en la clase política. La participación ciudadana ha estado reducida al voto en las urnas y son los representantes, quienes asumen la responsabilidad de conducir los destinos del Estado y atender las demandas sociales, con un balance cada vez más decepcionante.
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