Nadie debería dudar que la corrupción, el abuso del poder y la gestión pública ineficiente, son los principales causantes de la ausencia del Estado en la solución oportuna y suficiente de las demandas ciudadanas, la desigualdad y la injusticia social. Los recursos del Estado, producto de los impuestos y el trabajo de los chilenos, se evaporan hasta esfumarse en las manos de las mismas personas que juraron llegar al poder para representarnos y solucionar los problemas. Es un robo al esfuerzo colectivo y una burla a la población, muy similar a la rutina del Bombo Fica sobre el recorrido de los 5 kilos de "pasta base" que ingresan al país, pero que se transforman en un "mísero papelillo", después de pasar de mano en mano de las autoridades del gobierno. Esta es una realidad de la cual somos testigos a diario y donde la rutina de un humorista termina siendo superada por el comportamiento criminal de una clase política insensible e inescrupulosa, que si bien es cierto no es toda, son tan pocos los buenos, que no logran hacer mayoría en el Congreso, ni siquiera para aprobar las leyes con sanciones ejemplares para quienes los cometen.
La mayoría de los delitos de corrupción son conocidos por la opinión pública, gracias a la labor del periodismo de investigación o a la declaración de algún involucrado "mal pagado", dejando en evidencia la inoperancia o indiferencia de las inteligencia policial. La corrupción en Chile ya es como un cáncer que ha hecho metástasis en todo el aparato del Estado, dejándonos cada vez, con la boca más abierta, por la cuantía de los robos, la sofisticación para cometerlos, el perfil de los involucrados y la cantidad de personas e instituciones afectadas en cada delito. La pregunta ya no es a quiénes "pillaron", sino quiénes faltan por caer. Por eso, su erradicación es imposible y sólo nos queda controlarla, evitando que termine de matar la buena fe y la confianza de los ciudadanos, los cuales sienten cada vez más pereza de participar en los procesos electorales, que de no ser por la obligatoriedad de la participación, la abstención ciudadana al momento de votar, sería un escándalo.
La evasión del pago de los impuestos, del pago del transporte público, el pago de las deudas con el Estado, el aumento de las tomas y el desborde de la delincuencia, son pruebas inequívocas de la pérdida de autoridad de la clase política, que estando en el poder es incapaz de ordenar, controlar y sancionar. El hartazgo ciudadano parece estar llegando al límite.
Por supuesto que el aumento de la corrupción, el abuso del poder y la ineficiencia en la gestión pública, no es un fenómeno que padezca sólo Chile, es mundial. La diferencia es que en otros países, incluyendo los latinoamericanos, que no son ejemplo de nada en esta materia, la clase política y la ciudadanía están proponiendo medidas ejemplares para combatir la corrupción, como por ejemplo en Argentina, El Salvador o en Perú, en cuya nota adjunta se lee la campaña para conseguir los votos ciudadanos y exigir cadena perpetua para los corruptos. Las Asambleas Constituyentes de Bolivia y Ecuador no dudaron en incorporar en sus cartas la imprescritibilidad de los delitos de corrupción, una propuesta que en Chile, los convencionales en ambos procesos, le hicieron la "vista gorda".
Es urgente pues, perseverar en una Participación Ciudadana más Inteligente, más Inclusiva y más y mejor Informada, capaz de denunciar y condenar la corrupción, el abuso del poder y la ineficiencia en la gestión pública. Debemos exigir a los Partidos Políticos proponer los mejores candidatos a cargos públicos, los más idóneos y probos, no lo más faranduleros y bochincheros.
... Como se dijera en aquella triste historia de la pastora Aymara: "Estamos mal Doña Gabriela. Se ve lejos la luz al otro lado del túnel". -Rubén Solano
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