"En este escenario de desprestigio de la clase política tradicional y de revanchismo y oportunismo de la clase política emergente, a los ciudadanos sólo nos queda un camino: luchar por una mayor injerencia o Participación Ciudadana en la Gestión y la Fiscalización Pública."
Lo que está pasando en la Convención Constitucional, es el reflejo del abandono que por años ha tenido la clase política tradicional, léase partidos políticos de la coalición de “Chile Vamos” y de la otrora “Concertación”, ambas autodenominadas de centro derecha y centro izquierda respectivamente, de una ciudadanía que a base de marchas, gritos y protestas ha logrado cambiar las prioridades de los planes y programas de los gobiernos de turno. Programas ambiciosos y exitosos en el crecimiento y el desarrollo económico, pero cuyos resultados no llegan oportunamente, ni con justicia ni equidad, a una gran parte de la población que crece y se expande por todo el territorio nacional en número, sueños y ambiciones.
Todos los partidos de ambas
coaliciones sin excepción, no obstante haber gobernado, legislado y participado
del poder judicial en los últimos treinta años, no se han ocupado de construir
un modelo social, económico y político estable para Chile, que hoy amerite ser
defendido por la ciudadanía la cual, a pesar de su decepción, en cada
convocatoria a elecciones, les ha dado una y otra vez una nueva oportunidad,
sin dejar de dar señales de malestar con la creciente abstención que va
llegando al 80% del potencial de electores y que en cada encuesta de opinión no
deja de ratificar con una aprobación que no llega a dos dígitos.
La estrategia de la clase
política para llegar al poder, ha sido mantenerse unidos en coaliciones de
partidos debido a que son cada vez más frágiles, fragmentados por las luchas
internas y por la defensa de causas específicas y de interés particular y no
por propuestas de cobertura nacional, que apunten a dar respuesta a los grandes
desafíos del país y demandas sociales. Pero, quizás la estrategia más cruel y
nefasta de los partidos políticos para llegar al poder y mantenerse en él, ha
sido aumentar el número de militantes y simpatizantes sobre la base de
polarizar la sociedad, demonizando los orígenes de los partidos de oposición y
sus ideologías, manteniendo vivo y estático sus pasados de fracasos y crímenes.
Todos reclaman el regreso al pasado para recuperar lo perdido, como si se
tratara de un viaje en “micro”. Por lo demás, ni siquiera coinciden en cuál
debe ser el punto de retorno.
Esta estrategia de polarizar, de
ver al adversario político como un enemigo al que hay que someter o eliminar,
ha transformado a los chilenos en enemigos permanentes entre sí y ha cubierto
el país con un manto de desconfianza, odio y resentimiento generando, además,
una profunda brecha económica. Así, cuando el Estado aprueba apoyos y
beneficios para todos, es muy triste ver que, en la práctica, hay gobiernos
locales que los niegan o retrasan a las personas y familias que son
identificadas como militantes o simpatizantes de partidos diferentes a quienes ocupan
la alcaldía. Hasta en algunos fondos concursables no escapa la influencia de
los políticos en la adjudicación de los recursos a los proyectos presentados
por las organizaciones sociales...
Hoy, esa clase política
tradicional ve con angustia como el poder se escapa de sus manos. Los
resultados de las últimas elecciones y el comportamiento de los constituyentes
en la Convención Constitucional, ha dejado en evidencia su precaria condición y
hegemonía, porque ni siquiera uniendo las dos Coaliciones, alcanzan el tercio
de los votos en la Convención para impedir su debacle, la que lamentablemente,
nos afectará a todos los chilenos, porque la alternativa no parece mejor, toda
vez que han sido los movimientos sociales, capturados por dirigentes radicales y
políticos oportunistas, quienes parecen encumbrarse. Ellos han venido siguiendo
y transmitiendo con fervor y paciencia las recomendaciones y lecciones
estratégicas de foros internacionales y de intelectuales de dudosa intención.
Estamos frente a una encrucijada que
nos involucra a todos y que no parece tener reversa, porque esta clase política
tradicional es egoísta y se niega a aceptar su fracaso y su responsabilidad. Es
fácil para ellos y con razón están convencidos, que todavía son la mejor
alternativa para los chilenos. No reconocen la fuerza que ha tomado la ciudadanía,
la que sólo ven como una montonera de votos. No aceptan su demanda por mayor
injerencia en la formulación de las políticas públicas y en la gestión y la
fiscalización de las instituciones del Estado, que han sido capturadas por su
irresponsabilidad, por la incompetencia, el abuso del poder, la corrupción y el
despilfarro de los recursos públicos. Una clase política que ha sido incapaz de
ver y menos reconocer su desprestigio y el creciente desprecio de la gente.
Ya nos cansamos de votar por los “menos
malos”, porque parece que todos son iguales y votar por miedo ya no es una
opción cuando los ciudadanos hemos estado tan cerca de caer en la "Fuenteovejuna",
para hacer justicia frente a una delincuencia cada vez más temeraria y asesina
que crece sin control. Ninguna autoridad, ni nacional, ni regional, ni local,
ha demostrado tener el coraje de hacer respetar la ley ni el Estado de Derecho.
Ni siquiera tuvieron la autoridad moral para asistir y ponerse de pie en la
instalación de la Convención Constitucional.
Lamentablemente, lo que nos
espera no es nada bueno. Los regímenes de extrema, sean de izquierda, derecha o
independientes, han dejado hambre y miseria en los países en donde se han
instalado. Cárceles, hospitales y cementerios han sido ocupados por los
dirigentes y líderes de la oposición, junto a una larga estela de emigrantes
que vagan por las calles de muchas ciudades del mundo. Los grupos armados que se
forman y crecen a su alero para sostenerlos en el poder, al final se
transforman en sicarios y mercenarios, porque ningún gobierno es capaz de
sostener el nivel de vida ni de privilegios que han tenido dentro de estos
regímenes corruptos y abusadores.
La extrema izquierda chilena está
a punto de hacerse con el poder, no porque tenga un mejor programa de gobierno para
el país, sino porque está demostrando ser más capaz de juntar muchos enemigos
contra la clase política tradicional. Porque eso es la política chilena, una
"guerra" de declaraciones y acusaciones mutuas, animadas por unos
medios de comunicación sedientos de "sangre" y rating. No existe un
debate de propuestas y programas responsables.
Así las cosas, la salida de esta encrucijada
no ocurrirá dando una oportunidad a la clase política de extrema, ni tampoco
otra nueva oportunidad a la clase política tradicional, porque el fracaso
no es de los modelos sociales ni económicos, sino del comportamiento egoísta y de
malas prácticas de una clase política que equivocó el rumbo, que se olvidó de
su misión y que ha dedicado su tiempo e influencia a erosionar las arcas del
Estado, desacreditar, obstruir, bloquear e impedir que tenga éxito cualquier
oposición que llegue al poder.
En este escenario de desprestigio
de la clase política tradicional y de revanchismo y oportunismo de la clase
política emergente, a los ciudadanos sólo nos queda un camino: luchar por una
mayor injerencia o Participación Ciudadana en la Gestión y la Fiscalización Pública. Promover una Participación Ciudadana más Inteligente, más Inclusiva
y más y mejor Informada, para contener la manipulación, porque la lucha
callejera, habiendo sido importante, sólo ha servido para cambiar la prioridad
de algunos pequeños puntos de las agendas de los gobiernos. La realidad, es que
sólo nos ha dejado mayor miseria y pobreza, muertos, ciegos, tuertos y
resentidos sociales.
En este sentido, una Formación
Ciudadana a la altura del siglo XXI, más allá del conocimiento de los poderes
del Estado y el amor por los símbolos patrios, es clave para contar con una
mayor y mejor Participación Ciudadana, porque debe ser preocupación de la
sociedad evitar la manipulación y las propuestas populistas de políticos
inescrupulosos a las personas más vulnerables; como también nos debe preocupar
el abuso del poder, especialmente el de “ventanilla” que es ejercido por el
funcionario público de la “primera línea”. Todo lo cual ocurre por la
ignorancia de la ciudadanía en sus derechos y deberes y de su incapacidad de
hacer uso de los instrumentos legales que le permiten ejercerlos y hacerlos
respetar. Un capítulo aparte merece la estrategia de la formación ciudadana.
La recuperación de nuestra
democracia y sus instituciones no será una tarea fácil ni rápida, ni siquiera
estamos seguros, que nuestros nietos puedan disfrutarla, porque el daño es muy
grande; hay demasiada desconfianza en las autoridades, las instituciones del
Estado, y la clase política, empresarial y social. Por ello, debemos hacer un
llamado y apelar a la buena voluntad y la sensatez de todos los chilenos,
principalmente del ciudadano medio, de aquel que no forma parte de ninguna
élite de privilegiados ya mencionados, aunque nos consta que hay personas no
contaminadas y muy buenas dentro de estas élites y confiamos que ellos sigan
aportando con su experiencia e inteligencia en este nuevo Chile. Tampoco forma
parte de este primer llamado, el conjunto de personas que han sufrido de
primera mano y de manera permanente la ausencia del Estado, razón por la cual
han perdido toda credibilidad en promesas y discursos. Para todos ellos, sólo
cabe la respuesta concreta, oportuna, suficiente y permanente; y por supuesto
que seguiremos siendo testigos de su desconfianza por mucho tiempo más, para la
cual la comprensión y la paciencia será el mejor aliado.
Por supuesto debemos esperar y
estimular el comportamiento sensato de todos, especialmente de aquellos
ciudadanos que están por fuera de aquellas élites y clase vulnerada, porque en
adelante sólo podremos avanzar como sociedad si contamos con una mayoría de
personas sensatas, de buen juicio y capaces de empatizar con las demandas y
preocupaciones de los demás, sin importar su orientación política, creencias,
origen y género. Personas que, por su comportamiento coherente y honestidad,
sirvan de referentes y ejemplo para los demás. Y es aquí en donde los
Convencionalistas tienen una gran oportunidad para liderar un nuevo comienzo
que nos involucre a todos y en donde los chilenos hemos puesto nuestra
esperanza…
En resumen, con una Formación
Ciudadana permanente y sistemática, es posible tener una Participación
Ciudadana más Inteligente, más Inclusiva y más y mejor Informada. De esta
manera, el sueño de la Democracia Participativa será realidad al tener sentido
y ser posible la injerencia de los ciudadanos en la Gestión y la Fiscalización
Pública, con lo cual se ordena y controla el Estado y sus instituciones, porque
no se trata de poner fin ni desplazar a la representación democrática. Por el
contrario, se trata de rescatarla y recuperar la confianza en ellas, las
autoridades y las instituciones del Estado. Queremos volver a sentir orgullo
por quienes nos representan. RDS
Presidente Fundescochile
“Una Participación Ciudadana más Inteligente,
más Inclusiva y más y mejor Informada y por
Una Participación
Ciudadana en la Gestión y la Fiscalización Pública”
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