miércoles, 1 de mayo de 2019

Manipulación y Tergiversación de la Realidad



Qué capacidad de manipulación y de tergiversación tienen algunos. Llega hasta producir náuseas. La afirmación del Presidente Sebastián Piñera en China, en relación a que "los países tienen el sistema político que quieren", no solamente es cierta, sino que tiene raíces en sus firmes convicciones de demócrata, defensor de la libertad y de los derechos humanos. Algo que a esta altura de su vida y su carrera política nadie debería dudar. Salvo sus acérrimos enemigos.

Pretender colgarse de esta afirmación para acallar su voz contra el régimen que encabeza Nicolás Maduro y quitarle legitimidad al movimiento mundial de países democráticos que luchan contra las dictaduras, es demostrar, una vez más, la complacencia de algunos con un régimen que, si bien es cierto, nació en democracia, se transformó en la primera narco-dictadura de América y que para aferrarse al poder ha acudido al genocidio, al desplazamiento de la población y al exilio de millones de venezolanos, ha armado a miles de personas sin ninguna preparación previa. Muchos de ellos sicarios y delincuentes, para infiltrarlos en la población y mantenerla sometida bajo amenaza.

El apoyo de la autodenominada izquierda y su facción más ideologizada, es una nueva confirmación del fracaso de su modelo y de lo perverso que pueden llegar a ser sus métodos para tomarse el poder y mantenerse en él. Ha estado demostrado que su lucha no es por la justicia social sino por la hegemonía de su élite que vive en guerra por la ambición de territorio y poder. El resto, la inmensa mayoría de la población, debe optar por ir al exilio o entregar su dignidad al régimen. Son como bolas de Flipper, que se mueven al impulso de estos genocidas, que se regocijan demostrando al mundo la lealtad de sus seguidores; generalmente, una masa diezmada, en su mayoría ignorantes, hambrientos y enfermos que, para sobrevivir, deben callar las atrocidades del régimen, aplaudir sus excentricidades y cargar una libreta de por vida para recibir una ración de alimentos, una atención mínima.

Es urgente que, como sociedad democrática, avancemos en una participación ciudadana más inteligente e inclusiva. Una participación ciudadana que entienda la importancia del voto y defienda este derecho, ganado a sangre y fuego. Las debilidades del sistema y de la democracia no deben castigarse con abstención por parte de la población, porque esto significa dejarle en “bandeja de plata” el manejo del país a las minorías, con lo cual se esfuma el sentido de la democracia de ser la voz de las mayorías. Una participación ciudadana que entienda que los únicos enemigos de la justicia social, de la solución de los problemas sociales son la corrupción y el abuso del poder. Que el bienestar del país y de su economía, no depende de tener gobiernos de derecha o de izquierda, sino de contar con líderes responsables, idóneos y honestos. Un populista, es un potencial dictador. Un peligro para la estabilidad social, política y económica de cualquier país. 

Una participación ciudadana que vaya mucho más allá y vigile la labor de los gobernantes y sus representantes. Fiscalice los recursos y fondos del Estado, porque su origen y mantenimiento salen del bolsillo de todos los ciudadanos. Que comprenda que la población es más longeva y que crece a un ritmo que desafía la capacidad del planeta, mientras sus necesidades crecen a un ritmo exponencial; y que, en este sentido, el desafío está en las alianzas co-creativas, en donde actores de todos los sectores, públicos y privados, trabajen mancomunadamente en busca de soluciones, transversales, permanentes e integrales. Es la única forma que podemos cambiar muchas cosas que han debido cambiar hace cientos de años.

A propósito del Día del Trabajo, por ejemplo, no hay mucha diferencia entre las inhumanas condiciones en que se construyeron las Pirámides de Egipto, con las condiciones en que se construyeron castillos y catedrales en la Edad Media y las de explotación, con que hoy se construyen mansiones y rascacielos. 

No se conocen muchos trabajadores a lo largo de la historia, que hayan podido disfrutar de las obras que construyeron y que generalmente han sido para aumentar la riqueza, el orgullo y el poder de unas minorías, que no sería más grave, si no fuera por el comportamiento de castas de algunos, que cierran o niegan toda posibilidad de crecimiento y ascenso al resto de la población.

No cabe duda que el mejor modelo de sociedad para estas pseudo-castas en el siglo XXI, que se arropan con las necesidades de los más pobres y vulnerables, y que se llenan la boca con soluciones que no cumplen, continúan siendo las dictaduras, así como en el pasado lo fueron las monarquías. Regímenes bajo su control, con sometimiento total de una población indefensa y debilitada, lo cual logran con facilidad, además, con dadivas y/o amenazas. Las mismas estrategias que utilizan los criminales, para conseguir el apoyo y el silencio cómplice de los vecinos, que conforman sus redes de protección. 

Tal es lo que sucede en Venezuela, un país que está en manos de los cárteles de la droga en donde hasta los criminales han sido dejados libres de las cárceles para ser armados e integrar los "colectivos", donde también hay sicarios que controlan las calles y barrios de todas las ciudades del país, según las declaraciones y denuncias que han hecho los militares que han desertado y que además han testificado que son los narco-terroristas del ELN y mercenarios castristas, a cargo del entrenamiento de estos grupos. 

Lo anteriormente expuesto, debería ser suficiente para que la comunidad internacional y especialmente los organismos internacionales, condenen el régimen de Maduro y exijan su salida del poder. Un régimen que ha sobrepasado las atrocidades de todas las dictaduras de la historia de América, porque ha enviado al exilio a millones de venezolanos, ha sometido al hambre, las enfermedades y la miseria a toda la población que no lo acepta; que corrompió las fuerzas armadas y de orden; que entregó la soberanía del país a otras dictaduras corruptas y violadoras de los derechos humanos, no debe aceptarse en ningún contexto de convivencia internacional.

Finalmente, no debemos perder el hilo de la historia, ni de los acontecimientos que ocurren en Venezuela, para evitar la manipulación y la tergiversación de los hechos, porque resulta fácil para los defensores del chavismo, creer que el caos y el desastre que hoy se vive en Venezuela es producto de la conspiración de otros países y gobiernos y no de la corrupción y la incompetencia de un régimen que desde un principio se desvió del camino de la democracia para llevar adelante sus ideas y optó por el camino de la dictadura y el genocidio para imponerlas. Es fácil que, con el paso de los años, personas inescrupulosas, acusen a otros de las desgracias que ellos mismos provocaron por su ambición e irresponsabilidad. RDS

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