Esta es una reflexión, a propósito de las propuestas sobre imigración de los candidatos a la presidencia de Chile 2018-2022 y del Informe Especial de TVN, el día 22 de octubre y titulado: "Los espeluznantes detalles de los sicarios que operan en Chile"
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Hace 20 años salí de Colombia, en busca de la paz y las oportunidades,
que ya no me podía ofrecer ningún gobierno. La percepción ciudadana, que las
bandas criminales de todo tipo (paracos, narcotraficantes, guerrillos,
delincuencia común...), se tomaron el país, corrompieron todas las
instituciones, públicas y privadas, secuestraron la democracia y enviaron a la
tumba o al exilio a todos sus opositores, es muy fuerte y generalizada.
La sensación, es que hoy en Colombia, son los criminales los que tienen
asegurado el poder, los recursos, los servicios y los beneficios sociales.
Siempre han sido una minoría, pero están fuertemente armados, actúan sin escrúpulos
ni compasión y son muy sofisticados. Es el legado y la imagen de Pablo Escobar,
que veneran e imitan sin ningún pudor. Es
triste decirlo, pero es más fácil que un delincuente o una banda criminal reciba
la atención del estado, que un ciudadano honesto o una organización social...
Por lo anterior, no me extraña que en Chile, al igual que en otros países
del mundo, se sienta temor por la llegada de la "industria del crimen
colombiano", que desde hace décadas, existe como una
"exportación" no tradicional.
La pregunta es, ¿Si salí de Colombia cansado de ver tanto crimen,
corrupción y falta de oportunidades, por qué razón debería apoyar, que reciban
sin investigar a quienes pretendan instalarse en Chile, que es mi última
frontera? ... Lo diré de otra forma: Ya está bien, que los colombianos tengamos
que llevar por el mundo el estigma de una minoría de despreciables
criminales celebres, por culpa de un Estado cobarde y tengamos que presenciar
en silencio, la fraternal bienvenida que les dan otros países y gobiernos por inocencia
o ingenuidad.RDS
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