Llamar a una Consulta Popular para destrabar en el Congreso el bloqueo de las Reformas Sociales que demanda el país, es una buena estrategia. Todos los gobiernos deberían utilizar las Consultas, los Plebiscitos y los Referendos, cuando la clase política se rehúsa a estudiar o realizar los cambios que los gobernantes se proponen hacer en cumplimiento del mandato soberano o popular. No es justo que un gobierno llegue al poder por la voluntad de las mayorías, pero no pueda hacer los cambios que prometió porque la minoría opositora en los centros de decisión se niega a apoyarlos. El obstruccionismo no debe ganarle al debate de los proyectos y las ideas, ni a las aspiraciones de las mayorías.
No se trata de que la oposición ayude incondicionalmente al oficialismo, sino que evalúe las propuestas y estudie los proyectos que se presentan, con responsabilidad para el país y satisfacción de las expectativas de la población.
La ignorancia del pueblo y la mediocridad manifiesta del gobernante de turno, no deben ser la razón para que se eluda la posibilidad de convocar al pueblo, cuando debería ser la advertencia a la clase política para cumplir sin dilación con su función de representación. El sistema político de naturaleza democrática existente, para bien o para mal, nos cobija a todos con sus fortalezas y debilidades. Aceptamos los gobernantes que tenemos mientras el cumplimiento de las reglas los acompañe. De la vergüenza que produzcan sus actuaciones deben hacerse cargo quienes los postularon y eligieron; y de los delitos que cometan tienen que hacerse cargo las Instituciones del Estado. Sólo así, todos podremos disfrutar de sus aciertos o llorar sus fracasos, porque al final todos somos responsables por acción o por omisión o como dice el dicho popular: "La culpa no es del chancho, sino de quien le da el afrecho."
La clase política sensata de latinoamericana debe salir de la trampa en que se encuentra y renovar sus desteñidas y pequeñas banderas: La izquierda se cree "dueña" del pueblo, sus demandas y sus sueños. La derecha se cree "dueña" del progreso, la inteligencia y el futuro de la humanidad. La lucha por los recursos y la dirección de las Instituciones del Estado, se transformaron en el "botín" a alcanzar para repartírselo entre unos pocos. Se olvidaron los ideales, se perdió la confianza en la clase política. Los líderes y los intelectuales han sido reemplazados por celebridades y “rostros” sin competencias ni capacidades de gestión de lo público, pero que atraen votos. El problema, es que nadie sabe quién estará detrás de sus decisiones en caso de llegar a ganar las elecciones. Por su parte, el ciudadano vota por obligación, no por convicción. Por eso su voto se pierde en un abanico de candidatos que solo vociferan frases grandilocuentes. Deberíamos aceptar que en todos los modelos sociales y económicos hay cosas positivas y negativas, dependiendo de la óptica con la cual se mira. Sacar lo mejor de cada uno es el objetivo, no es eliminar al adversario, porque ningún ser humano sobra. Mantenerse en la dicotomía de buenos y malos nos hace daño a todos. Por eso es estéril la discusión sobre cuál es el mejor modelo socioeconómico, cuando la preocupación debe ser por combatir hasta erradicar la corrupción, el abuso de poder y la ineficiencia en la gestión y la fiscalización pública. Problemas que atraviesan TODO el arco de la clase política y que son los que impiden que cualquier propuesta, programa o modelo sea imposible de implementar.
De seguir así, seguirá siendo fácil para algunos llegar al poder con un discurso populista construido sobre el dolor, la miseria y la pobreza de la gente. Para otros resultará cómodo llegar aprovechándose del fracaso de gobiernos mediocres incapaces de resolver las demandas sociales. Lo que vemos en Latinoamérica, no es la alternancia en el poder de una clase política idónea y honorable, con principios y valores que promuevan el bienestar, el crecimiento y el desarrollo del país, sino la prolongación del "gatopardismo", en donde todo cambia, pero sólo para beneficio exclusivo de quienes se disputan el poder, mientras todo sigue igual o peor para el resto de la población. Lo único visible en los procesos electorales es la alternancia de élites políticas ambiciosas, corruptas y abusadoras, que a base de discursos vacíos y "cebolleros", y un “arsenal” de miedos y promesas, luchan por quedarse con las arcas del Estado y hacerse con el poder; burlando una y otra vez, las urgentes soluciones a las demandas y aspiraciones de los ciudadanos.
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En Colombia, la convocatoria a la ciudadanía para una consulta, surge para el Presidente como la “carta de salvación” de sus Reformas Sociales. Pero, aquí quedarán en evidencia viarias situaciones, que harán que la consulta popular sea un fracaso por donde se le mire y sólo dejarán al país al borde de un nuevo estallido social:
1.- Las preguntas las formulará el gobierno de manera unilateral.
2.- La ciudadanía no ha sido formada para entender ni hacer que esta clase de instrumento democrático funcione.
3.- Ha sido la clase política que se resiste a la participación ciudadana la que ha establecido los requisitos y procedimientos para que los mecanismos de participación ciudadana se puedan invocar.
Esta situación es similar en toda América Latina en donde existen: Los instrumentos de participación ciudadana adoptados, están llenos de requisitos y procedimientos difíciles de cumplir, porque quienes los reglamentan son los mismos que no aceptan, ni tienen interés en darle esa oportunidad a los ciudadanos. De hecho, NIGÚN PAÍS en Latinoamérica ha demostrado tener un programa de Formación Ciudadana consistente y serio para que el pueblo pueda ejercer de manera inteligente, inclusiva e informada su derecho a una participación que vaya más allá de la obligación de ir a votar en unas urnas por unas propuestas que no los representan o no dicen nada.
Por lo anterior, la única manera de revertir esta situación para darle a la Participación Ciudadana el estatus que merece, estaría en manos de los propios ciudadanos a través de las organizaciones sociales y de los establecimientos de educación superior para que se hagan cargo de la formación y difusión sobre la importancia de generar una cultura de democracia participativa. -Rubén Solano
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