El Juego de la Vida es una actividad lúdica que tiene como objetivo llamar la atención de los participantes sobre la forma como tomamos las decisiones, los diferentes resultados que se pueden obtener y la actitud que asumimos frente a dichos resultados.
Los participantes deben formar dos equipos de personas, de número indiferente en cuanto a cantidad de integrantes. La actividad invita a los participantes a tomar una decisión entre dos alternativas para obtener el mayor resultado positivo posible, sobre la base de una calificación predefinida.
El juego está
diseñado para que los participantes al final de la actividad se den cuenta que
no era necesario competir con el otro grupo para obtener el mayor puntaje
porque es el camino más difícil y de resultado incierto, toda vez que los dos
grupos pueden obtener el máximo puntaje de manera fácil, siempre y cuando se
pongan de acuerdo y tomen la misma decisión.
Las lecciones
del Juego de la Vida son múltiples; sin embargo deseo referirme a las que
llamaron de manera más poderosa mi atención, porque ratifican mi decisión de
convertirme en un cientista político que intenta comprender la manera cómo funciona
nuestra sociedad y la forma cómo los dirigentes toman las decisiones.
Quiero partir confesando
que soy un admirador y fanático del crecimiento y el desarrollo cuantitativo y
cualitativo de las personas y de la sociedad. Creo que hemos venido al mundo a
disfrutar de las maravillas del universo y a desarrollar todo nuestro potencial
físico y mental... ¿Qué otro sentido tiene para el ser humano haber sido dotado
de inteligencia y haber sido puesto en
la inmensidad del universo?... ¡Otra actitud es un desperdicio de la vida!
El desafío
está en que cada uno de nosotros vivamos esa felicidad, sin impedir ni obstaculizar
la felicidad de los demás, aceptando y reconociendo el legítimo derecho y
aspiración de ser feliz de nuestros semejantes. Debemos vivir para ser felices,
sin provocar o ser la causa de la infelicidad de los demás…Suena bonito. Parece
utópico ¿verdad?
¡Pero no es
así! El Juego de la Vida nos enseña cómo hacerlo: cambiando los paradigmas, las
creencias. Bajando las banderas que por tantos años hemos creído que debemos
mantener en alto. Por ello, quiero compartir algunos de los paradigmas que creo
nos hacen daño como sociedad y sobre los cuales me propongo seguir trabajando
para erradicarlos de mi interior y de mi
forma de actuar.
SER MEJOR QUE LOS DEMÁS
Nadie debe ser
mejor que nadie. La competencia debe ser consigo mismo en una carrera sin meta
ni referentes. Sólo debemos preocuparnos de disfrutar lo que hacemos.
El paradigma de
pretender ser mejor que los demás, nos hace ver al otro equipo como un enemigo
al que se debe vencer. Ser el mejor bajo esta forma de ver la vida, significa
que siempre debe haber un perdedor. Este paradigma nos hace ciegos, al perder de vista lo que dejamos de
ganar por estar regocijados en la derrota que le provocamos a nuestro
“adversario.”
En el Juego de
la Vida todos podemos ganar y lograr los mismos resultados positivos.
DEMOSTRAR SUPERIORIDAD
Creer que
somos superiores a los demás nos cierra la mente. Nos hace sentir desprecio por
los semejantes y nos lleva decidir por ellos o en contra de ellos.
Creo que es el
paradigma más difícil de erradicar, porque se puede camuflar en la legítima
autoridad que deben tener quienes ocupan determinados cargos en la sociedad.
Empero, el desafío es tomar las decisiones con sabiduría. Dejando fluir la
razón y el sentido común, y trabajando en estrategias comunicacionales y de
relaciones interpersonales.
ACUMULAR Y OSTENTAR
Es un absurdo.
Es un paradigma que trae infelicidad y soledad. No es necesario acumular cosas materiales
o inmateriales per-se. Pero, sí es
importante no privarnos de obtener todo aquello que contribuye a nuestro
bienestar y felicidad. Recordemos que no es más feliz quien más tiene, sino
quien verdaderamente disfruta lo que ha conseguido.
En el Juego de
la Vida, la felicidad es efímera cuando solo buscamos el resultado que sólo
pretende dejar en evidencia la debilidad del otro equipo.
***
En el mundo
que vivimos, todo parece estar justificado por la necesidad de avanzar como
seres humanos y contribuir al crecimiento y progreso de la sociedad. Y aunque
los resultados alcanzados por la humanidad a lo largo de la historia son
admirables, han dejado una brecha de desigualdad, de inequidad e inconformidad,
que parece cada vez más difícil de cerrar y pacificar, porque vivimos en una
sociedad y en un mundo que nos mueve hacia la confrontación, a la obtención de
resultados que para muchos, sólo adquieren importancia cuando pueden ser comparados
con los “pobres” resultados obtenidos por los demás.
Con esta estrategia de convivencia o forma de
ver la vida, hemos construido una sociedad de rivales y de gente enemiga. La
ambición y la envidia se han apoderado de la mente humana. Seguimos construyendo
sobre la destrucción que provocamos y continuamos buscando nuestra felicidad, sin
detenernos a pensar en la tristeza y miseria que podemos causar a los demás.
Me pregunto:
¿En qué momento de la historia de la humanidad, el ser humano renunció al
camino estratégico de la solidaridad y la cooperación como alternativa para ser
feliz y disfrutar de las maravillas del universo? ¿Es esta una vía sin
explorar?
¿Acaso en la
evolución y en el progreso de las ciencias, siguiendo la teoría de paradigmas
de Thomas Kuhn (1922-1996), la solidaridad y la cooperación humana siguen
siendo un débil paradigma que choca con los viejos paradigmas capitalistas y
comunistas o neoliberales y socialistas, sin provocar cambio alguno, a pesar que
han demostrado no ser el camino del bienestar y de la felicidad que todos
anhelamos?
Creo que en el
inconsciente de la sociedad, se mueve un paradigma al que nuestros líderes no
le han prestado la debida atención y que puede postular a convertirse en un modelo
social de convivencia más justo y equitativo que los existentes, sin reñir con
el espíritu de superación que llevamos dentro; y me propongo contribuir a levantarlo
para que se convierta en una nueva estrategia para la gestión del Estado y la
definición de sus políticas públicas. Pero, para lograrlo debemos partir cambiando
nuestras creencias desde nuestro comportamiento individual, en nuestro hogar,
en nuestro trabajo y en nuestra relación con los demás. Y por supuesto, enseñando
a otros también a hacerlo.
Este nuevo
paradigma, que puede ser muy bien una propuesta socio-política, descansa en los
postulados del socialismo utópico promovidos por Robert Owen (1771-1858) a
mediados del S.XIX y que en América Latina se han utilizado para organizar
empresas comerciales y de servicios de carácter comunitario, pero que no se han
adoptado para generar una nueva cultura en el comportamiento social, ni tampoco
para impulsar un modelo socio-económico que nos lleve a tener un Estado regido
por dichos principios...
De todas
maneras, lo importante es que desde cualquier vereda que nos encontremos,
antepongamos el bien común, pero no solamente con palabras, sino con hechos de
vida y de comportamiento. No está bien seguir el camino de la inconsecuencia de
muchos de nuestros líderes y dirigentes políticos y sociales, que viven de
manera contraria o diferente al discurso que le dan a la gente.
***
· ·
Podemos ser felices, sin causar
infelicidad.
·
Estamos para ser felices y
contribuir a la felicidad de nuestros semejantes.
·
El ser humano tiene libertad
para buscar la felicidad, a partir de la felicidad y el bienestar de los demás.
·
La igualdad de los seres
humanos debe estar en las oportunidades y en las posibilidades de alcanzar la
felicidad y la paz interior.